jueves, 8 de noviembre de 2012

Submarine: un adolescente atrapado en su propia búsqueda


El director televisivo Richard Ayoade adquirió bastante fama tras la realización de la curiosa miniserie Garth Marenghi Darkplace, una comedia negra que recurre al falso documental para presentar una serie de 1981 que fue cancelada por ser demasiado revolucionaria, protagonizada por unos médicos que van armados y son justicieros, encargándose de resolver misterios. Así es como ha dado el salto a la dirección, y presenta en Submarine, su ópera prima, una comedia dramática sobre la contradictoria época de la adolescencia.

Submarine se centra en la vida de Olivier Tate (interpretado magníficamente por Craig Roberts), un joven de 15 años bastante marginal a causa de sus gustos tiene dos propósitos: impedir que sus padres se divorcien y conquistar a una chica de su clase, Jordana. El director logra una gran sensibilidad en el retrato de un adolescente en crisis, y consigue podar la complejidad de la búsqueda vital del adulto hasta los propósitos básicos del adolescencia: amor y cohesión familiar. Es, en la sencillez de la trama, donde reposa gran parte de su encanto.
Una trama que revela una gran proximidad con la literatura en algunos aspectos. La obra está dividida en prólogo, tres capítulos y epílogo. Los extremos funcionan como paréntesis poético, ubica el espacio de la voz narrativa, pues desde allí, que abre el espacio de ansiedad del personaje, y cada capítulo encierra cada uno de sus obstáculos: la conquista de Jordana, la infidelidad de su madre con un místico (que recuerda en su caracterización al Tom Cruise de Magnolia, de Paul Thomas Anderson) y su depresión ante la imposibilidad de alcanzar sus deseos.

Todo el metraje está focalizado en el personaje de Olivier, por lo que toda la obra está tejida a través de la voz en off del personaje explicitando sus pensamientos. Esta voz en off es emitida desde la playa que abre y cierra el film, pues todo el relato es un gigantesco flashback, una reinterpretación del pasado del personaje que realiza desde ese espacio fronterizo entre la vida y la muerte, la playa. Así, en el visionado asistimos siempre a una acción en presente precedida y sucedida del comentario de la acción de Olivier, que ya conoce las consecuencias de las mismas. Este recurso aproxima todavía más la obra a la literatura, pero permite un gran dinamismo de la narración, pues se eluden numerosas escenas de transición y permite la mostración de lo esencial, del acontecimiento puro.
Submarine es una sumersión en un ritmo que te posee, pues se genera un dinámico tempo gracias al recurso a planos de breve duración y siempre móviles, que impiden una detención del relato y siempre impulsa la progresión dramática. En la construcción de los planos está muy próximo a Wes Anderson, con esos planos que se aproximan lentamente hacia los personajes, revelando cierta absurdez de sus gestos. Y es que la sombra de Wes Anderson es alargada, sobre todo en el abordaje de una historia mínima como es la de Submarine.

Muchos comparan Submarine con Les Quatre Cents Coups (Los cuatrocientos golpes), de François Truffaut, al seguir la trayectoria de un adolescente en su búsqueda de sentido de la realidad. Pero Submarine está lejos de la naturalidad de Truffaut; de hecho, revela cierta artificiosidad en su puesta en escena. Para mí, el mayor fallo radica en que la historia de Olivier está filtrada a través de las convenciones de la comedia romántica, por lo que se pierde la frescura del relato adolescente que podría haber filmado el director. Submarine atrapa por su estética algo pop, algo indie (tal como se muestra en su banda sonora, muy interesante y, ante todo, respetuosa, pues conserva toda la duración de la canción, algo que debe valorarse), pero al final queda la sensación de haber presenciado una historia demasiado ligera. No obstante, quizá en esto elecciones reside su gracia.

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