jueves, 3 de mayo de 2012

Secuencias favoritas: cuando los X-Men salieron del armario



Ahora que Marvel está tan de actualidad con el estreno de The Avengers, un servidor sigue reivindicando a los X-Men como su saga de superhéroes favorita. Quede claro que estoy hablando en términos cinematográficos, en ningún momento me refiero a los cómics originales, este no sería el sitio. Estrenada en el año 2000 y dirigida por Bryan Singer, después de X-Men vendrían X2 y X-Men: The Last Stand, que completarían una primera trilogía a la que seguiría un spin-off, X-Men Origins: Wolverine, cuya secuela se está resistiendo pero que llegará a materializarse tarde o temprano, y una precuela, X-Men: First Class, que todo indica que también va a tener sus propias secuelas.

No dudo que las intenciones de los productores que están detrás de la saga sean más lucrativas que artísticas, pero al menos no da la impresión de que se mueven única y exclusivamente por motivaciones económicas. Hace una década no me dio la impresión de que tuviera tanto éxito como para que estuvieran interesados en prolongar una saga que tenía menos acción de la que seguro muchos hubieran esperado, pero cuyos personajes estaban demasiado bien dibujados para tratarse de la adaptación de un cómic, por lo que confieso que en un principio hasta me sorprendió que hubiera una primera secuela de X-Men. Y ni siquiera han tratado de sacar rentabilidad de todos y cada uno de sus personajes, como sucede en The Avenares cuyas ramificaciones han precedido a la película y parece que van a prosperar hasta la extenuación en una operación que claramente no responde a necesidades artísticas o emocionales, sino puramente comerciales.

De entre todas las películas sobre los X-Men que se han producido, sigo inclinándome por aquellas que están vinculadas con Bryan Singer. Si quizás la saga perdió algo de autenticidad con The Last Stand, se mantuvo bastante bien con Wolverine, pero se revitalizó enormemente con First Class, que aunque estaba dirigida por Matthew Vaughn, tenía a Singer entre sus productores, así como detrás del origen de su guión. Y es que cuando las virtudes de otras sagas de este tipo está en la acción que proporcionan, en ésta el interés que despierta se esconde en de la construcción de sus personajes y detrás de las metáforas de sus mutaciones. Con conductas como la de Rogue (Anna Paquin) seguro podrán identificarse muchos adolescentes rechazados por pertenecer a colectivos culturales con tendencias estéticas menos populares que las que dicta la masa, o incluso colectivos sociales minoritarios entre la sociedad que muchas veces deben haber pensado lo mismo que Rogue en la tercera parte, clamando por una fórmula que les haga parecer como los demás.

Pero si contra todo pronóstico, por aquello que muchas veces se dice de que segundas partes nunca fueron buenas, mi predilecta sigue siendo X2. Y una de mis secuencias favoritas de la película es, precisamente, aquella en la que tras el ataque del Instituto Xavier, Wolverine (Hugh Jackman) se refugia con Rogue y Pyro (Aaron stanford) en la casa familiar de Iceman (Shawn Ashmore). Una vez allí son sorprendidos por sus padres y hermano. Si le habían matriculado en el Instituto Xavier pensando que se trataba de una escuela para personas especiales, ha llegado el momento de que el joven Bobby les revele aquello que siempre les había ocultado por temor al rechazo, por no ser igual que los demás, ni siquiera como su hermano. Una secuencia que, salvo por la reacción del hermano, es muy similar a la que experimentan quienes han revelado en casa que son homosexuales. De hecho, los diálogos de la secuencia funcionan igual de bien si en lugar de decir mutante, hubiera dicho que es gay.

Para aquellos que puedan pensar que mi interpretación es algo rocambolesca, sólo tienen que tener en cuenta que, de hecho, los dos protagonistas de la película, Ian McKellen y Patrick Stewart, son homosexuales militantes que probablemente vieran en las metáforas que utiliza Bryan Singer -que tiene todas las papeletas de ser también homosexual- para reivindicar sus tendencias sexuales. Y ni te cuento lo orgullosos que deben estar cuando en First Class utilizan la premisa del orgullo para afianzarse como mutantes. Porque tanto si lo eres como si lo fueras, ¿no serías tú también mutant and proud?

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